Por lo tanto, los que creían que los responsables de social media componían la única fauna del lugar se equivocaban, pues existe la biodiversidad en el ecosistema social. De hecho, los empleados motivados y participativos en las redes sociales configuran un activo muy interesante para los objetivos de la empresa, ya que pueden amplificar y ayudar a viralizar los contenidos de la firma.
Sin embargo, en sus chácharas sociales el personal debe acatar unas normas básicas que la misma compañía suministrará por escrito a estos expertos llamados a filas y, por supuesto, formarles debidamente para que no tuiteen y feisbuqueen sus meteduras de pata a lo largo y ancho de la Galaxia. Como agencia de social media de lo que te hablamos es de una suerte de manual.
Cuando nos sorprendamos con la pata ya bien hundida en el barro social e independientemente de quién haya sido el torpe, tocará llamar al “apagafuegos” más oportuno. La persona responsable de librarnos del trance variará en función de la gravedad del entuerto: porque hay crisis verdes, rojas o amarillas y unos plazos más o menos urgentes en función de este arco iris social.
Para los momentos de apuros más lights (de color verde), invocaremos la figura del community manager. Este personaje debe haber finiquitado el lío en un plazo máximo de ocho horas. En cambio, si el semáforo se nos pone amarillo, el enredo lo asumirá el director de marketing o comunicación que, por supuesto, no podrá dormirse en los laurales pues el asunto ha de pasar a los anales de la historia de la empresa en un máximo de cuatro horas.
Cuando la alarma amenaza con convertirse en hecatombe social, el mismo director general da la cara e instaura la paz en unas dos horas o antes!!
Así que los community managers no son los únicos habitantes de las cuentas sociales, ya que comparten el paraje con otros ejemplares cuyas letras también se encasquetan el casco de bombero cuando urge sofocar un incendio 2.0.