Desde las redes sociales se intenta cambiar la forma de hacer política, imprimirle un giro a la democracia con la gestación de revoluciones y manifestaciones como la del 15-M. De modo que si se trata de hacer cima en los más inalcanzables montes “Everest” de nuestra sociedad, ¿por qué no va a poder influir el forofo de los “social media” en el desarrollo de un producto y amoldarlo, por tanto, a su gusto? Sin embargo, aunque soltarle a una marca eso de que algo no nos gusta es legítimo, algunas no encajan demasiado bien ese acceso de sinceridad. Como agencia de social media te hablamos más de esto.
Así, de un tiempo a esta parte las redes sociales, además de haberse erigido en un importante bancal para la estrategia online de las marcas, también ofrecen una vertiente participativa para los usuarios que no sólo se contentan con darle al “me gusta”, involucrarse en los concursos y tragarse cual buzón todo el órdago publicitario de la empresa.
De hecho, muchos se quejan y reclaman cambios en el producto que se les ofrece y, si no se les escucha, se van con su portante 2.0 a otra parte. De modo que los usuarios presionan a las marcas para que modifiquen ciertos aspectos de sus productos y ojo con que ésta se haga la digna y no les atienda.
Una de las últimas marcas en sufrir un ataque en el frente “social media” es Nivea, cuyos clientes le han demandado a través de Facebook que elimine los conservantes (parabenos) de sus cremas. Sin embargo, parece que la marca alemana ha decidido recurrir a la estrategia del padre que sabe más que el hijo: “los conservantes que utilizamos en nuestros productos, entre ellos parabenos, sirven para ofrecer una alta calidad y durabilidad de nuestros productos”. Nos tememos que este padre se pasa de listillo.
Por lo tanto, parece que esos más de cien años de historia (la compañía fue fundada en 1882) no obran en su favor, dado que la marca sufre de una cabezonería difícil de extirpar a pesar del advenimiento de las redes sociales. De modo que es una marca con un pasado que quizás la condene, mientras que otras, mucho más modernas y de mentalidad “progre” con apenas unos años de vida pertenecen a la generación de las Clean Slate Brands (mucho más receptivas).
No en vano, estas marcas conocen a su cliente y su trabajo anda inspirado por unos principios acordes con los tiempos actuales, como el respeto al medio ambiente, y les cuesta mucho menos esfuerzo tender la mano al usuario y adaptar su producto a sus necesidades, mientras que otras marcas llevan demasiados años (algunas siglos) con una dinámica empresarial ya “canosa y en silla de ruedas” y no hay manera de que se adapten a los nuevos tiempos, aunque corten la cinta inaugural de una infinidad de cuentas sociales. Ya se sabe, aunque la mona se vista de seda, mona se queda.
Sin embargo, quizás las empresas que se inscriben en las “Clean Slate Brands” no sean tan modernas, sino unas recién llegadas con las ganas y el entusiasmo de las primerizas que han asumido la vieja máxima de que el “cliente siempre tiene la razón” a la que le han insuflado aires 2.0